Por Leonardo De Casali
Llega el partido más esperado por todo el mundo riverplatense de la mano de muchos condimentos y objetivos. El equipo millonario debe volver a creer de una vez por todas, porque demostró que puede sacar adelante momentos difíciles. Le cuesta mucho de local asumir el protagonismo, por el nerviosismo que genera este presente. El domingo, más allá de lo especial de un superclásico, representará una situación límite, en la que River tendrá que jugar con la ansiedad de que puede llegar a volver a caer en promoción o tomar el último tren de la pelea por el campeonato, frente a su eterno rival.
Este Boca versión 2011 no dista mucho de los equipos de hasta hace tres años. Irregularidad, falta de conducción desde varias esferas, internas, excesiva autoridad por parte de los jugadores ejercida sobre los distintos cuerpo técnicos. Todo esto lo empezará a pagar a partir de la siguiente temporada cuando tenga que pasar por lo que está pasando ahora el equipo millonario.
Difícil sacar una radiografía de este equipo de Julio Falcioni. Lo que está claro es que no suele ser superior a sus rivales y depende demasiado de las individualidades. No se ha encontrado un concepto de equipo, que entre otras cosas ya es una herencia de otros entrenadores. Se arma un plantel más rico técnicamente que cuando peleaba por cosas importantes. Lo cierto es que Boca parece haberse olvidado.
Fracaso tras fracaso se busca seguir enriqueciendo el plantel con lo mejor que hay en el mercado, sin embargo no puede cumplir con las expectativas. La pregunta: ¿cómo puede ser que trae jugadores que en sus equipos son figura y en Boca no rinden? La respuesta: El mal llamado liderazgo de los históricos, que imposibilita trabajar con tranquilidad a los que llegan, tanto cuerpo técnico como jugadores.
Otra realidad es que en el fútbol de hoy no se gana con nombres, sino con un equipo. En esto Boca está limitado, porque el peso de la historia hace que no se pueda buscar lo mejor en un determinado momento. Esto pasa cuando uno confunde el proyecto a largo plazo con eternizarse y no ceder el lugar.
Falcioni es el único técnico de los últimos cinco (Carlos Ischia, Alfio Basile, Abel Alves y Claudio Borghi) que Boca contrató y encontró el equipo. Esto se pudo ver en los torneos de verano y en algunos partidos del campeonato, pero siempre tuvo que lidiar con buscarle un lugar dentro del mismo a Juan Román Riquelme, a Sebastián Battaglia o a Martín Palermo. La pregunta es: ¿cómo se le dice a Nicolás Colazo o a Cristian Chávez o a Diego Rivero, en su momento, salís del equipo? Jugadores que siempre rindieron, pero que recién ahora algunos de ellos tienen su lugar.
Otra salida fácil que se puso de moda es castigar y hacer responsable de las derrotas a la dupla central Matías Caruzzo y Juan Insaurralde. Cristian Cellay tampoco se salvó cuando integró la defensa. Se culpan a jugadores que ni siquiera llevan un año con la camiseta de Boca, pero los malos resultados datan de tres o cuatro años atrás.
Entonces, estimado clásico rival, el humilde consejo de un equipo que está peleando lo que vas a pelear el año que viene, anda un poquito más atrás y fijate quienes son los que están en el plantel hace cuatro años que vas a encontrar el problema y el por qué de que los técnicos te duran lo que te duran.
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